Soberanía económica y autogestión frente a la crisis del neoliberalismo

Argentina fue el experimento de una política económica neoliberal que resultó un absoluto desastre. A partir de los 90, durante más de 10 años, la clase política argentina fue retirando al Estado del escenario económico, con la privatización de más de 200 empresas públicas y recursos propios energéticos como el petróleo. Así, la recuperación de la economía argentina se confió a la "magia" del mercado, lo que provocaría justo el efecto contrario. Esto culminaría con la explosión social de 2001, al hacerse público el denominado corralito, una medida para evitar la fuga de capitales que limitaba la cantidad de dinero que los/as ahorradores/as podrían disponer diariamente. Ante la indignación pública que causó la medida y las protestas masivas, que dejaron varias víctimas mortales, dimitía su presidente.

Tras varias semanas de sucesivos nombramientos y abandonos de la presidencia, se consiguió estabilizar un Gobierno elegido democráticamente que perseguía entre sus objetivos más urgentes la reestructuración de la deuda. Argentina optó por el desembolso de un único pago: el Estado adelantó el monto que estimaba oportuno para la anulación total de la deuda y dejó de pagar lo que consideraba no se debía. Así "saneó" por fin una relación tormentosa con el Fondo Monetario Internacional de más de medio siglo.

Las experiencias organizativas y económicas posteriores a la crisis argentina creadas desde la base social devolvieron la dignidad a la ciudadanía. El mercado del trueque, las fábricas recuperadas, las cooperativas gestionadas por los/as trabajadores/as, las asambleas de barrio, las prácticas de democracia directa, son ejemplos de una incipiente economía social y asociativa que, además de aportar un sustento a muchas familias, suponen en su conjunto una alternativa para resistir a la globalización del neoliberalismo. Un modelo de gestión capitalista que ha abocado a la crisis a países como Grecia, Irlanda, Portugal o España.

Argentina no es un caso aislado en América Latina ya que otros gobiernos, como el de Ecuador, se han negado a pagar la deuda contraída con el Fondo Monetario Internacional y han optado por salir de la senda de austeridad impuesta como condición sine qua non para optar a nuevos créditos de rescate, por otra parte necesarios para poder seguir asumiendo una deuda que resulta impagable.

Hay una diferencia importante entre la situación en los años 80 y 90, cuando el epicentro de la crisis de la deuda estaba en los países del sur, y la situación actual, en la que desde 2008 se sitúa en Europa. La actual crisis es el resultado de la explosión de deuda privada generada por la crisis bancaria y posteriormente transformada en deuda pública.

Actualmente los países de la periferia europea que peor están afrontando la crisis y que han optado por contraer una deuda soberana, los llamados PIIGS (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España), están siendo sometidos a un control similar por la llamada Troika, alianza formada por el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional y la Comisión Europea, quienes empujan a estos países hacia políticas de austeridad, reducción del gasto público, precarización del mercado de trabajo, congelación de salarios y progresiva anulación de servicios sociales que comprenden la sanidad, la educación, las jubilaciones, entre otros. En definitiva, a un recorte de los derechos económicos, sociales y culturales, conquistados con mucho esfuerzo.

Los créditos contraídos conceden a la Troika una autoridad ilegítima y un poder sobre los gobiernos de los países "rescatados" que no ha sido sometida a ningún proceso de decisión democrática y, sobre todo, no representa a la ciudadanía ni sus intereses, de ahí su ilegitimidad. Esta puede ser una decisión legal, porque la han tomado los propios gobiernos, pero no es legítima, porque fuerza a la ciudadanía a asumir las deudas generadas por la burbuja inmobiliaria y la crisis de la banca, negocios que responden a intereses privados.

Es importante mirar de nuevo atrás para aprender de experiencias vividas de mano de sus protagonistas. Según activistas de comités y redes internacionales que llevan años luchando por la anulación de la deuda de los países empobrecidos, es fundamental que la ciudadanía, desde los movimientos sociales, pase a realizar auditorías de la deuda, desde abajo. Esto sirve para agitar la movilización y la organización de las bases, además de ayudar a comprender y a hacer cambiar la percepción que la gente tiene de la deuda de manera masiva, pues desde la banca, las instituciones internacionales y los medios de comunicación que controlan se construye una falsa idea de que el déficit público es consecuencia del despilfarro en gastos sociales fruto de un excesivo Estado del Bienestar.

Una auditoría ciudadana no se limita a hacer un análisis, sino que sirve para provocar la movilización que exija la suspensión del pago de la deuda ilegítima. En Ecuador, durante años los movimientos populares hicieron auditorías desde las bases y posteriormente lograron que un Gobierno, el de Correa, decidiera auditar y suspender el pago de la deuda ilegítima.

Por otra parte es necesario comprender la importancia de fomentar y multiplicar esas otras experiencias de economía social alternativa que surgen desde la base cuando el sistema los/las abandona o expulsa y comprender sus aspectos propios como la participación, la transparencia, la vinculación con lo local, la cooperación, la perspectiva de género, el equilibrio medioambiental o el tratamiento del capital y de los excedentes de la actividad.

La participación es clave para fortalecer las experiencias de economía social, para entender las realidades locales y dialogar con ellas. Una base social comprometida, motivada y dinámica, que se sienta protagonista del desarrollo de estas experiencias, permite fomentar el trabajo en red con otras experiencias, promover la acción colectiva y el intercambio de saberes y recursos a diferentes niveles. Sin la participación, la economía alternativa pierde su potencial transformador, se debilita el "rostro social" de las experiencias de economía social, se pierde su dimensión política y buena parte de su legitimidad.

"Hay una estructura universal que explica todas estas cosas y contra la cual en América latina empieza a luchar, a tener consciencia: que el destino no es una fatalidad, aunque los griegos en otro tiempo creyeron que lo fuera. En realidad el futuro puede ser imaginado, inventado, en lugar de ser obedecido". (Eduardo Galeano)

Film: The Argentina Experiment

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